Liderazgo emocional: Maestría personal

Estas últimas semanas he disfrutado trabajando con CEOs y líderes de alta Dirección de diferentes ámbitos y sectores. Todos ellos muestran una preocupación acerca de las habilidades y actitudes fundamentales para liderar en este momento sin «morir en el intento». Me alegra ver que cada día hay más consciencia sobre el cuidarse y cuidar a los demás. Empieza a reconocerse la importancia de estar bien para servir mejor. Cada vez más se despierta en ellos un deseo por hacer un trabajo excelente, se sienten responsables de muchas personas y muchas familias, las sienten a sus espaldas, y sienten que si ellos no se cuidan, si sus familias no están bien, difícilmente estarán en disposición por mucho que quieran de servir como desean a sus equipos y a su organización.

Están curiosos y abiertos a encontrar la fórmula de la excelencia en su crítico rol unida con el sentirse bien y el disfrute. He escrito sobre ello en estos últimos meses y creo es importante hacerlo de nuevo para poner el foco en lo importante y aproximarnos a una fórmula de liderazgo que permita a los altos directivos poder hacer las mejores y más sanas elecciones en momentos cruciales como los presentes.

En estas condiciones complejas, ¿cuál es el tool-kit fundamental? ¿cómo lidiar el cambio y liderar la transformación «sin morir en el intento?

La más importante según mi opinión es la gestión emocional. Algunos al leer diréis «ah, pero si ya lo sabía, nada nuevo bajo el sol…». Pues si, nada nuevo, y precisamente la clave. No basta con saberlo, hay que sentir que es importante y ponerse manos a la obra.

Pensamos los seres humanos que con saber algo, ya mejoramos en ello. En los procesos de Coaching Ejecutivo, muchos clientes buscan el entender qué les ocurre, quieren conocer la receta para mejorar en la gestión de sus emociones. En el momento de explorar y estudiarse en este nuevo ámbito para muchos están abiertos, curiosos y comprometidos. Poniendo todo su empeño en ello. Una vez lo saben, conocen que ocurre y ven formas nuevas de afrontar las situaciones que les descentran, dan el trabajo por realizado. Se relajan y creen que ahora, sabiendo, conociendo el problema está resuelto. Ya no cometerán el error porque ahora ya lo saben. Con saberlo no es suficiente. El tomar consciencia es el primer paso. A partir de aquí es cuando empieza el trabajo duro. Aquí es donde hay estar comprometido y con valentía para afrontar riesgos, cuestionarse y asumir la responsabilidad.

Veamos pues por partes qué significa hacer el trabajo emocional. En AddVenture, después de años de exploración con clientes creando una senda de exploración, una serie de preguntas que activan las reflexiones fundamentales para ponerse en acción. Nuestro programa estrella, el AddVenture Leadership Journey, es un programa pensado para conectar a los altos directivos con sus emociones. Conectar con sus emociones les ayuda a entenderse y a entender a los demás.

En el contexto actual, no ser sensible con las emociones propias y las de los demás, o ser incapaz de manejarlas no puede contribuir a que las cosas vayan a mejor. Ser sensible a las propias emociones, tomarse tiempo para conectar con uno mismo y sentir que está ocurriendo en mi mundo interior y en el de los demás es crucial. Saber reconocer cuando la emoción me ha atrapado o cuando estoy tratando de no sentir, evitarla y no conectar con ella. Es por ello importante estar, quedarse en la emoción, aceptarla, entenderla y ponerla al servicio de lo que deseamos y anhelamos. Si no nos damos permiso para conectar con ella, no la entendemos y no somos capaces de manejarla.

En términos de habilidades y competencias, esto significa poder dirigir la atención hacia donde deseamos, escuchar profundamente y saber abrir conversaciones que desgraciadamente son poco habituales en el entorno profesional. Hablar de emociones, sentimientos y de como las acciones de otros nos impactan. También conversaciones con uno mismo, dedicarse tiempo a escucharse, a sentir nuestro mundo interior y hablar de ello.

Una palabra que resume la actitud primordial para la gestión de las emociones es la curiosidad. Mostrar genuino interés por conocer el estado emocional de los demás, por aprender de los demás y por entender las dinámicas internas de otros nos ayuda a conocer las nuestras. A la vez, conocer las nuestras nos ayuda a entender la naturaleza humana y a las personas que nos rodean. Así pues:

  1. Curiosidad e iniciativa para conectar con mis propias emociones.
  2. Entender mi mundo interior, mi «juego interior» cómo me siento, qué me ilusiona, cuáles son mis anhelos y mis miedos y dilemas internos.
  3. Estar atento y sentir el estado emocional interno de los demás.
  4. Tener a disposición y saber usar un lenguaje efectivo para compartir mis emociones y para hablar y trabajar con las emociones propias, las de otros y las del equipo o el grupo de trabajo en el que me encuentro.

Lo que reside debajo de este set de habilidades es el mindset, el sistema operativo interno que dirige nuestra atención y nuestro comportamiento.

 

 

Para todo ello, es importante practicar la observación a distancia de uno mismo. Lo que conocemos como el observador desapegado. Se trata de poder estar en la acción, en el escenario y a la vez, observarse desde la platea. Es importante en medio de la acción notar cuando el enfado, la tristeza, la sobre excitación o el miedo nos atrapa y nos supera. Al darnos cuenta de ello disponer de estrategias para utilizar esas emociones al servicio de lo que pretendemos conseguir.

La creencia base en la que trabajar es que «las emociones no son perjudiciales, son una parte esencial de la naturaleza humana». Somos seres emocionales como la neurobiología ya ha demostrado sobradamente. Las emociones nos hacen humanos y nos conectan con nosotros y con los demás

La recomendación, como paso inicial, es poner nuestra atención durante las intensas jornadas de trabajo en cómo nos sentimos. Estar atento a las señales emocionales propias y las de los demás. Nos educan en muchas familias, escuelas, trabajos a hacer oídos sordos a las emociones, a no mostrarlas o conectar con ellas porque son negativas. Por ello, nos ponemos máscaras y nos robotizamos. Eso nos hace sentir fuera de autenticidad y integridad. Nos hace sentirnos incómodos y falsos. No nos fiamos entonces de los demás porque sabemos que hacen los mismo.

Démonos permiso para reaprender a escucharnos, dedicarnos tiempo y atención. Escuchar a nuestro cuerpo para poder conocernos mejor, y servir mejor a los demás como líderes. A mis clientes les pido que sean egoístas en este sentido, que se dediquen tiempo, que sean egoístas y respetuosos con su tiempo para luego liderar con efectividad desde la empatía y el majeo excelso de las emociones propias y las de los demás.

Escucharnos y conocernos de forma global, en las 4 inteligencias que conforman nuestro ser: física, mental, emocional y espiritual para estar plenamente presentes y poder servir en nuestro pleno potencial y versión más completa. De esta forma daremos la bienvenida y empoderaremos a los demás de forma completa, con toda su presencia y plenitud.

Espero os sirvan estas reflexiones acerca de la inteligencia gestionando (que no controlando) nuestras emociones.

 

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