Poder… ¿divino tesoro o trampa mortal?

Comienzo con esta entrada una serie de publicaciones acerca del tema del poder y, sobre todo, acerca de su profunda conexión con la efectividad del liderazgo en el entorno VUCA.

  • El poder es uno de los elementos más significativos ligados a la existencia humana. Es una fuerza que forma parte de nuestra condición desde siempre. Nos hemos organizado y hemos estructurado las relaciones sociales en torno al poder, el estatus, la fuerza, el control y la jerarquía.
  • El poder está presente en todos los aspectos de la vida. En los grupos de amigos, en las relaciones amorosas, en el contexto de la familia, con los colegas de trabajo, con los clientes… Es fundamental en la educación y, por supuesto, en el liderazgo.
  • Además, no es solamente un fenómeno social, sino también psicológico. En los dilemas internos que sostenemos, en la priorización de motivaciones, deseos y valores, en la gestión de sentimientos de inferioridad y superioridad, en los conflictos que tenemos con los demás, en las adicciones, la disciplina o la gestión de la tensión entre propósito y seguridad… En todas estas batallas que libramos cada día con nosotros mismos el componente del poder está presente.

En estos últimos años, he estado trabajando intensamente en el desarrollo vertical con mis colegas de AddVenture. Tengo la suerte de trabajar en mi gran pasión, el adult development, tanto el propio como el de mis clientes de coaching.

He utilizado potentes metodologías, como el Global Leadership Profile de la mano de Bill Torbert y su equipo, o profundos trabajos de desarrollo de consciencia con Jennifer Garvey. En estas experiencias de apasionado aprendizaje, el trabajo en torno al significado que le damos al poder y su uso efectivo siempre está presente. Es un elemento fundamental para entender nuestra forma de ser y de estar en el mundo, y para ir desvelando el camino hacia la “buena vida”.

La lectura del libro Power, de Julie Diamond, —muy recomendable para coaches y líderes cotidianos—durante el confinamiento, y el haber completado la evaluación de liderazgo de 360º Diamond Power Index® acompañado por mi gran amigo y colega Enric Arola, me ha servido para profundizar en mi autoconocimiento y en el entendimiento del poder y su gran influencia en el liderazgo.

Veamos algunos de los aspectos que creo que son de utilidad, tanto desde el punto de vista psicológico como social.

¿Cómo afecta el poder a nuestra psicología?

¿Cómo afecta el poder a las relaciones que establecemos con los demás?

Como todos seguramente hemos sentido en alguna ocasión, estar en una posición o un rol de poder altera nuestra percepción, nuestra psicología e incluso nuestro cuerpo y, en consecuencia, nuestras relaciones.

  • El poder tiene efectos en nuestra sensación de bienestar. En posiciones de poder solemos sentirnos mejor. Cuando sentimos que tenemos influencia en las circunstancias, que tenemos más opciones de elección que otros, que influimos en otras personas, nos sentimos bien y se incrementa en nosotros el deseo de tener cada vez más poder. Nuestra autoestima y confianza en nosotros mismos aumenta.
  • También aumenta la desinhibición. Esto significa que tomamos más riesgos, confiamos más en nosotros y nos reafirmamos en nuestras ideas. Creemos que nuestra perspectiva es la mejor y nos liberamos de presión de las opiniones de los demás o de las normas sociales y convenciones. Este efecto facilita la innovación, el actuar con libertad probando nuevas soluciones y siendo realmente disruptivos. Nos aporta libertad para actuar sin la presión que muchas veces sentimos por encajar y estar a la altura de las expectativas de los demás. En el lenguaje de The Leadership Circle, el poder nos libera del cumplimiento. Nuestra capacidad para tomar decisiones difíciles en una compleja red de intereses y presiones mejora. Actuamos con iniciativa y agilidad cuando es necesario, muchas veces con menos información y seguridad de la que desearíamos. En definitiva, nos aporta certeza y valentía para actuar como creemos que es adecuado. Tomamos como referencia nuestros valores y nuestra visión. Nos dirige un sentimiento de seguridad y certeza que moviliza y pone en juego toda nuestra energía y nuestro talento.
  • Otra alteración importante derivada de la anterior es que reduce el interés por las emociones y sentimientos de los demás. Disminuye nuestra atención en los demás, somos menos empáticos, lo que hace más fácil tomar decisiones difíciles o impopulares que debemos afrontar liderando en el contexto VUCA. Conectamos prioritariamente con nuestras propias emociones e ideas, y mostramos menos inclinación por seguir las ideas de los demás o por adaptar nuestro criterio a las propuestas de los demás. De nuevo, el sentimiento de poder y certeza surge de dentro, lo basamos en nuestro criterio. Emerge con fuerza en nosotros una poderosa voz interna. Crece el deseo de escribir mi propia vida, de ser mi propio biógrafo y de no tomar como referencia las voces de los demás dictando qué está bien o mal, qué es exitoso o qué es lo que tiene valor. De nuevo, en el lenguaje de The Leadership Circle, autenticidad con valentía e integridad se ven reforzadas al sentirnos poderosos.
  • Incrementa la falsa sensación de controltotal” sobre los acontecimientos y sus resultados. Numerosos estudios muestran que, cuando a una persona la situamos en una posición de alto estatus, empieza a creer que puede controlar los eventos, incluso aquellos que están fuera de su esfera de influencia. Varios ejemplos en este sentido los aporta Daniel Kahneman, psicólogo y premio nobel de economía, en su libro Pensar rápido, pensar despacio. Esta sensación de control nos aporta valentía, confianza en que las cosas saldrán bien. Sentirnos capaces, optimistas y confiados son rasgos conectados con nuestra capacidad de gestionar el estrés y la presión en situaciones complejas e inciertas. La ausencia de dicha sensación de control se correlaciona con el pesimismo, el desánimo y la depresión. Empezamos a creer que lo que ocurre es mérito nuestro; pensamos que, pase lo que pase, podremos gestionarlo y reconducirlo hacia nuestro favor y beneficio. Sentimos más capacidad de controlar e influir que la que realmente tenemos. La buena noticia es que actuamos con mayor valentía y actuamos incluso con limitada o escasa información, y sin la certeza de éxito. Creyendo que las cosas saldrán bien, movilizamos en nosotros la confianza y la motivación necesarias para actuar.

Seguro que una vez leída esta parte de la entrada podemos identificar diferentes situaciones en las que hemos notado los efectos positivos del poder en nosotros. Esos días en los que las cosas nos salen como deseábamos, en los que hemos obtenido un feedback fantástico de una persona con la que hemos trabajado. En esos momentos nos sentimos confiados, alegres, e incluso nos invade una sensación de haber sido útiles aportando lo mejor que tenemos. Qué fácil en ese estado asumir riesgos, ser proactivo y afrontar lo que en otros momentos nos parece imposible. En este estado encaramos las situaciones con espíritu ganador, jugamos nuestras cartas yendo a ganar, sin temor. En términos de liderazgo, nos sitúa ante los demás con una energía de confianza e ilusión que es magnética.

“Todos deseamos rodearnos de líderes que creen que las cosas saldrán bien. Los optimistas suelen ser más exitosos porque inspiran a los que les rodean de optimismo y confianza.”

Daniel Kahneman

Como todo en la vida, lo que acabamos de ver como claros beneficios del hecho de sentirse poderoso puede volverse en nuestra contra si carecemos de la capacidad de gestionar adecuadamente nuestras emociones.

Cuando estos rasgos que acabamos de ver se desbocan y se mezclan con la incapacidad de gestionar adecuadamente nuestras emociones, se produce una combinación explosiva que nos lleva al ejercicio del poder de forma totalmente inefectiva e irresponsable. La seguridad, la confianza en uno mismo y la proactividad pueden derivar en arrogancia, individualismo y competición con los demás.

La inmunidad frente a la presión social, acompañada de esa sensación ilusoria de influencia en los eventos fuera de nuestro control y el desinterés por los sentimientos de los demás (especialmente de aquellos que están en una posición de bajo rango o estatus), minan la efectividad de nuestro liderazgo.

Sin una sólida destreza en la gestión emocional y sin equilibrio, el poder nos desestabiliza. ¡Cuántas veces habremos oído la frase: “El poder corrompe”!

Cuando estamos en una posición de alto rango, de éxito, somos menos precisos en captar la emoción de los demás y, a la vez, pensamos que somos muy buenos en ello. Distancia, arrogancia, falta de empatía, falta de paciencia con los demás, irascibilidad, crítica, sobreexigencia, intransigencia y, sobre todo, soledad son la otra cara de la moneda del poder. Accedemos a nuestra versión más individualista, déspota y despiadada, ese lado oscuro que todos tenemos en mayor o menor medida.

Sentirnos en posición de alto rango disminuye nuestra empatía y nos impide valorar y tomar la perspectiva de los demás. Crece en el líder la sensación de superpoder. Es común en estos líderes de éxito frases como: “mi perspectiva es mejor que la de los demás”o “yo sé lo que hay que hacer y lo haremos a mi manera”. La trayectoria de éxito que han seguido y la posición elevada en la escalera social refuerzan el sentimiento de que su perspectiva y su propuesta de plan de acción son las mejores.

Arnold Mindell, terapeuta y divulgador en el trabajo de procesos, es otro de los grandes sabios que ha explorado el tema del poder. En su libro Sitting in the Fire apunta que “el rango (poder) es una droga, cuanto más tienes, menos consciente eres sobre su efecto negativo en los demás”, y yo añadiría en nosotros mismos. Qué fácil verlo en otros y qué complicado es verlo cundo somos nosotros los que caemos en ello.

En el lenguaje de The Leadership Circle, aumenta de forma descontrolada la dimensión reactiva de control, teniendo un efecto inverso en la dimensión creativa de relaciones. Cada vez trabajamos más en solitario, asumimos responsabilidad en exceso, nos atrapa una espiral de sobreexigencia, presión y perfeccionismo. Esta sobrepresión e insana competitividad las volcamos “contra los demás”, corrompiendo nuestra serenidad y compostura en los momentos más delicados, cuando más hace falta nuestra tranquilidad y la colaboración con los demás.

Esa voz que hemos visto antes que emerge de dentro y que nos permite diferenciarnos de la voz colectiva (Jennifer Garvey la llama “chief deciding voice”), nos sirve para decidir y tomar acción en base a nuestro criterio y no en base a lo que otros esperan. Cuando dicha voz toma demasiado protagonismo e invade nuestra mente como la única voz necesaria y válida, dejamos de escuchar e interesarnos por otras perspectivas. Nos bloquea las posibilidades de aprender y nos dificulta sostener múltiples perspectivas del mundo. Perdemos interés en explorar la riqueza y la diversidad de opiniones, opciones y perspectivas que nos ofrece el mundo, y caemos en la trampa de pensar que nuestra verdad es la “verdad”.

Esta voz que nos ha ayudado a independizarnos del contexto y tener nuestro propio criterio y ser biógrafos de nuestra vida, se convierte en el obstáculo que debemos salvar para seguir creciendo. No nos permite ver que somos autores que escribimos nuestra vida y nuestro destino, y a la vez somos “escritos” por los demás y por el contexto social. Tenemos control sobre nuestra vida, pero no tenemos el control total. Es como tocar en una banda de jazz, en la que aporto mis notas y mis emociones mientras las notas de los demás me van definiendo a mí. Es una visión de la vida “co-construida”.

Nuestra capacidad para colaborar, para fomentar el trabajo en equipo e integrar perspectivas, se volatiliza.

En este caso vemos el poder como un componente extremadamente desestabilizador que puede sacar lo peor de nosotros sin la necesaria madurez emocional. Estas alteraciones del poder nos hacen abusar del mismo de formas inimaginables.

En resumen, el poder debe acompañarse de una exquisita capacidad de gestión de nuestras emociones. El ejercicio responsable del poder demanda de una delicada combinación de múltiples factores que emanan de nuestra identidad social, nuestra historia de vida, nuestro carácter, nuestra estado mental, nuestras emociones… Conocerse en profundidad y gestionar adecuadamente los recursos internos determinan la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos y con el poder.

¿Qué es importante consolidar a medida que vamos adquiriendo poder o accediendo a posiciones de alto rango en las organizaciones?

  1. Conciencia de uno mismo: Saber reconocer las emociones que experimentamos y los efectos que están teniendo, valorarse de forma adecuada (identificando fortalezas y a la vez áreas de mejora), confiar en uno mismo y actuar con coraje y resolución son clave para hacer un uso adecuado del poder que tenemos.
  2. Autogestión: Gestionar los estados emocionales, controlar los impulsos y movilizar el potencial y los recursos internos que tenemos es básico para no dejarse embriagar por los efectos del poder en nuestra consciencia. Manejar las emociones y los conflictos y dilemas internos con efectividad. Confiar en nosotros y actuar en coherencia con nuestros valores siendo honestos con nosotros mismos y, al mismo tiempo, estar abierto en postura de aprendiz siempre. Asumir la responsabilidad de nuestro impacto, adaptarnos con flexibilidad y apertura a cada situación y ser humildes. Sentirnos cómodos ante el cambio y las dificultades, viendo la oportunidad de crecimiento y aprendizaje que todo reto conlleva.
  3. Motivación: Fijar el logro y la excelencia como destino. Ver la vida como un camino de mejora continua aprendiendo cada día cómo hacer nuestra mejor aportación, sabiendo que nunca alcanzaremos la perfección ni llegaremos al final del camino. Avanzar con compromiso con lo verdaderamente importante, tener autodisciplina y resiliencia para seguir avanzando ante los reveses y dificultades que la vida nos depara. En definitiva, mantener el optimismo y la perseverancia en la persecución de nuestra visión incluso cuando los obstáculos y los contratiempos emergen por doquier.

Estos tres ámbitos descritos son la base de lo que Daniel Goleman identificaba ya en los 90 como la competencia personal. El primer gran dominio de la inteligencia emocional. Sin esta base primordial, difícilmente podremos construir relaciones efectivas con los demás y usar el poder asociado con nuestro rol de manera adecuada.

Usar el poder de forma efectiva depende de nuestra capacidad de visualizar y tomar consciencia de nuestro comportamiento y de los sentimientos y emociones que los dirigen

Cada día, en cada interacción, se nos brinda la oportunidad para explorarnos y conocernos mejor. Reflexionar y revisar el día nos permite detectar las creencias, los miedos, las motivaciones y las dinámicas internas que experimentamos en torno al poder personal y al ejercicio del rol que desempeñamos como líderes. Además, pedir feedback a los que nos rodean nos ayuda a detectar la brecha entre nuestra intención, comportamiento e impacto en los demás y en el contexto.

El simple hecho de explorar qué significa “poder” para uno mismo es una oportunidad maravillosa de conocerse en profundidad y tomar consciencia de las relaciones que creamos a nuestro alrededor. Buceemos, exploremos y reflexionemos sobre qué efectos está teniendo en nuestro carácter el rol de liderazgo que desempeñamos hoy en múltiples contextos (empresa, familia, amigos…). No nos olvidemos de compartir lo que vayamos descubriendo: seguro que de nuestra experiencia todos podemos aprender en el camino de la buena vida en este entorno VUCA actual que vivimos.

Si queréis que os acompañe en la exploración contactad conmigo mediante mensaje directo: daniel.poch@addventure.es Me encantará que lo comentemos y encontremos la forma de articularlo.

Espero que os haya servido.

¡Cuidaos!

One Comment

Deja una respuesta